Un baúl lleno de papeles

Diario de duelo, Roland Barthes.

27 de octubre

Cada mañana, hacia las seis y media, afuera en la oscuridad el ruido de hierro de los botes de basura.

Ella decía con alivio: la noche por fin ha terminado (sufría por la noche, ella sola, cosa atroz).




(Diario de duelo. 26 dfe octubre de 1977 - 15 de seotiembre de 1979. Editorial Siglo XXI, 2009).  






Idea de la luz, Giorgio Agamben (1985)

Enciendo la luz en una habitación a oscuras: ciertamente la habitación iluminada ya no es la habitación a oscuras, la he perdido para siempre. Y sin embargo, ¿no se trata acaso de la misma habitación?, ¿no es precisamente la habitación oscura el único contenido de la habitación iluminada? Aquello que ya no puedo tener, aquello que se queda infinitamente atrás y que, al mismo tiempo, me empuja hacia adelante, es sólo una representación del lenguaje, la oscuridad que se le presupone a la luz; pero si abandono el intento de alcanzar este presupuesto, si centro mi atención en la luz misma, si la recibo -lo que la luz me da es, entonces, la misma habitación, la oscuridad no hipotética. El único contenido de la revelación es lo en sí cerrado, lo velado -la luz no es más que el sucederse de la oscuridad a sí misma.


Idea del amor, Giorgio Agamben (1985)

Vivir en la intimidad de un ser extraño, y no para aproximarlo, para hacerlo conocido, sino para mantenerlo extraño, lejano, es más: inaparente -tan inaparente que su nombre lo contenga todo. E, incluso en el sufrimiento, día tras día no ser más que el lugar siempre abierto, la luz constante en la que aquel uno, aquella cosa permanece siempre expuesta y amurallada.



(Idea de la prosa, Editora Nacional Madrid, 2002 )  




The wild iris, Louise Glück (1992)


At the end of my suffering
there was a door.

Hear me out: that which you call death
I remember.

Overhead, noises, branches of the pine shifting.
Then nothing. The weak sun
flickered over the dry surface.

It is terrible to survive
as consciousness
buried in the dark earth.

Then it was over: that which you fear, being
a soul and unable
to speak, ending abruptly, the stiff earth,
bending a little. And what I took to be
birds darting in low shrubs.

You who do not remember
passage from the other world
I tell you I could speak again: whatever
returns from oblivion returns
to find a voive:
from the center of my life came
a great fountain, deep blue
shadows on azure seawater. 


Traducción de María Negroni en La pasión del exilio. Diez poetas norteamericanas del siglo XX. Editorial Bajo la luna.



Al final de mi sufrimiento
había una puerta.

Escucha: eso que llamas muerte
lo recuerdo.

Sobre la cabeza, ruidos, ramas movedizas del pino.
Después nada. El débil sol
temblaba sobre la superficie seca.

Es atroz sobrevivir
como conciencia
enterrada en lo oscuro.

Después todo acabó: eso que temes, ser
un alma e incapaz
de hablar, terminar abruptamente, con la tierra yerta
apenas inclinada. Y algo que tomé
por pájaros abalanzándose sobre los setos.

Tú que no recuerdas
el pasaje desde el otro mundo
te digo que podía hablar otra vez: lo que
regresa del olvido regresa
para hallar una voz:
del centro de mi vida surgía
una gran fuente, sombras de azul
profundo sobre el azul del mar.




La plenitud, Claudia Masín (2010)

                                               A Mercedes Araujo

Hay una historia que quiero contarte: a veces,
en medio del bosque abrupto y solitario, crece un árbol
demasiado delicado y tímido para sobrevivir sin que las ramas
se tuerzan, decaigan, pierdan fuerza cada día,
como si no hubiera nacido preparado
para enfrentar la dificultad del suelo áspero y las plagas,
y su propia debilidad lo llevara a empequeñecerse
hasta casi desaparecer, tapado por una vegetación
que pareciera nutrirse de la audacia
que a él le falta. Pero una sola vez en toda su vida
-que no es larga- florece. Sucede en la estación de las lluvias,
y su flor es la más extraña que pueda concebirse,
no necesariamente bella ni cargada de polen.
Me dirás que ceder lo más valioso que se tiene
a una forma de vida que explota y se retrae en unas horas
no es un acto razonable, que es mejor la lenta construcción
de una fuerza que no pueda doblegarse y se sostenga
en lo que acumula año tras año. Sin embargo,
imagino que no debe existir nada más hermoso de ver
que ese momento de plenitud, cuando la materia que parece vencida
ofrece todo su poder de una vez a un mundo
que no lo necesita ni lo espera, para después retirarse,
como si el bosque fuera un cuerpo amado
e indiferente al que va liberando suavemente de su abrazo.
Yo quisiera ser así, capaz de soportar la plenitud
sin anhelar la abundancia. Que eso sea todo:
el puro deseo de dejar lo poco o mucho que se tiene
a quien se ama, aunque no le haga falta,
y vivr por un rato rodeada de las cosas que realmente le importan:
las tormentas, los animales feroces, la exuberancia del verano.

(La plenitud, Hilos editora)


Ella, Susana Thénon (1959)

De madrugada
(ella se tocó las manos).
De madrugada, apenas.
Ella recuerda que nada importa
aunque su sombra siga corriendo
alrededor de la noche.
Algo se detuvo en algún momento,
algo marchaba débilmente
y se detuvo en algún momento.
Ella tembló como un sonido
congelado entre los labios de un muerto.
Ella se deshizo como un recuerdo
convocado hasta la saciedad.
Ella se inclinó sobre su respiración
y comprendió que aún vivía.
Se tocó la libertad
y la dejó escurrirse como una pequeña noche.
Se anudó la angustia alrededor del cuello
y recordó su color extraviado.
Ella mordió a ciegas en la oscuridad
y escuchó gritar al silencio.
Y aprendió a reírse
del olor a tiempo que despedía su sangre.
De noche
(ella se cortó las manos).
De noche, apenas.
Ella recoge su crepúsculo.
Ella sueña en la erección de la rosa.

(Habitante de la nada en La morada imposible, editorial Corregidor)

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